lunes, 1 de diciembre de 2008

¡Hay un chango en mi sopa!

Ana tenía mucha hambre después de tanto caminar. Así que sin pensarlo dos veces entró a un extraño lugar. El restaurante estaba solo. Se sentó en la mesa del centro, pidió el menú y ordenó la comida. El primer plato llegó, con una ingrata sopresa.

- Señorita mesera - gritó- , hay un chango peludo en mi sopa.
- No se preocupe, no tiene nada que temer, es muy simpático y todavía no aprende a morder.
- Lo siento señorita, esto no lo puedo aceptar, le ruego por favor me lo mande a cambiar.

Dos minutos más tarde, el plato regresó con otro ingrediente especial.

- Señorita mesera, hay un gato con tenis en mi sopa.
- No se preocupe, no tiene nada que temer, es muy callado y sabe correr.
- Lo siento señorita, no lo puedo aceptar, le ruego por favor me lo mande a ronronear.

Después de algunos minutos, el plato regresó, con otro animal, éste más grande y mucho más elegante.

- Señorita mesera, hay un pingüino en mi sopa.
- No se preocupe, no tiene nada que temer, es muy educado y sabe tejer.
- Lo siento señorita, no lo puedo aceptar, le ruego por favor me lo mande a un glaciar.

Después de regresar de la cocina, la mesera regresó con otro animal, más gordo y con aires de intelectual.

- Señorita mesera, hay un rinoceronte con lentes en mi sopa.
- No se preocupe, no hay que temer, es muy simpático y hasta sabe leer.
- Lo siento señorita, no lo puedo aceptar, le ruego por favor que lo lleve a un recital.

Ni tardo ni perezosa, la mesera volvió corriendo, sudando la gota gorda.

- Señorita mesera, hay un camaleón en mi sopa.
- No se preocupe, no tiene nada que temer, cambia de color y además le da muy buen sabor.
- Lo siento señorita, esto no lo puedo acepar, le ruego por favor que a mi sopa no se venga a camuflar.

Cansada de tanto ir y volver, la mesera por fin llevó el plato sin ningún animal. Ana ya no deseaba que nadie jugara en su sopa. Sin embargo, escondida entre los fideos, una mosca nadaba alegre. Ana, tenía tanta hambre que no pudo esperar más, así que se apretó la nariz, cerró los ojos, miró hacia arriba y se engulló al animal.

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