sábado, 14 de junio de 2008

El Hombre que habla con los bichos

El día que todos los bichos de la gran ciudad decidieron rebelarse contra los humanos el mundo se enteró que había un hombre capaz de hablar con ellos.
Un hombre que no se sentía nada especial, que lo único de lo que podía presumir era de tener un don que adquirió cuando era niño.
La gente supo que existía en un momento de emergencia para la ciudad porque los bichos ya habían obligado a los habitantes a salir de sus casas y departamentos.

- Yo les digo que se tranquilicen. Todos tranquilos, que se irán-, dijo el hombre que hablaba con los bichos frente a las cámaras de televisión.

El gobernador le había encomendado la tarea de platicar con ellos y negociar.
Al día siguiente el hombre que habla con los bichos salió a la calle, coloco las gafas negras en su lugar, sacó el maletín rojo, la grabadora de voz para registrar las conversaciones, una pluma y una libreta donde haría anotaciones.
El hombre que habla con los bichos reunió en un parque a los líderes para negociar: una araña, dos moscas, un mosquito parlanchín y una cucharacha. La expectación fue máxima.
El hombre puso el maletín en el suelo, sacó de él la grabadora y un micrófono pequeño, diminuto, especial para bichos.
La plática comenzó tensa. Los insectos no querían dejar las casas porque decía que vivían más cómodos que antes. La araña dirigió la charla.

- Parece que nadie los quiere ahí dentro.
- Nos quieren pero no se dan cuenta
- A mí me dijeron lo contrario
- Nos necesitan, pero no nos respetan
- ¿Cómo?
- Utilizan insecticidas sin nuestro consentimiento
- Obvio
- ¿Cómo que obvio?
- De qué manera podrían enterarse que a ustedes no les gustan los insecticidas, si no pueden hablar con ellos. Además usan insecticidas porque los quieren lejos.
- No es verdad.
- Sí que lo es, ensucian mucho, dan asco.

La plática duró tres días. Durante ese tiempo los bichos se fueron relajando. La charla pasó de un tema a otro, hablaron de futbol, cine y música. En más de un momento, los bichos se olvidaron de los problemas con los humanos. Contaron chistes sobre humanos y también sobre insectos, tan buenos que todos se morían de la risa.

- Nos caes bien humano. Los dejaremos en paz. Pero sólo si nos hacen reír tanto como tú lo has hecho. Es que a veces son tan aburridos.
- Sí. Somos aburridos.

El hombre que habla con los bichos difundió el mensaje de los insectos y se creó una ley para que cada vez que alguien se encontrara a uno de estos animales rondando dentro de su casa, en lugar de matarlo, le contara un chiste.

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